Por estas fechas, tiempo atrás, andaba yo dando la lata en casa para que me comprasen un estuche de 36 rotuladores carioca, libretas, estuche, bolis y como no, lo que era el símbolo de identidad pre adolescente por excelencia: La cartera.
Aquella cartera multicolor mistral, con las correas puestas hasta los topes, caída hasta los gemelos, casi arrastrada y llena de firmas y suciedad fue mi seña de identidad durante casi año y medio que es una cantidad de tiempo astronómica cuando se tienen doce años.
Hoy me he sentido como si volviese a tener esos 12 años. Dependiente, protegida, condicionada, vinculada a un núcleo familiar patriarcal y genuino. Me ha dado seguridad, me ha robado esencia. Tras años de fermentar hojas de col, hacer jabón natural, tener todo a mi nombre... He descubierto que un día circunstancialmente tienes un frenazo y... Vive dios! Vuelves a ser un ser tutelado.
Me han comprado una mochila mistral para que no pierda mi identidad.
La vuelta al cole siempre es complicada cuando no se quiere volver.