lunes, marzo 12, 2007

El bebé encarnado


Llevaba una falda de cuadros marrones y negros, de tipo escocés, con unos tirantes del mismo estampado, una blusa blanca y una chapita amarilla con la cara de charlotte prendida en el pecho. Botas azul marino y calcetines largos blancos, muy subidos y estirados, más, al tener la pierna gordita, los llenaba y le llegaban por debajo de la rodilla. El pelo era castaño muy oscuro, abundante, limpio y peinado con la raya en medio, cortado en media melena y con dos clips, uno a cada lado, que apartaban el frondoso cabello de los ojos. La niña esperaba en las escaleras a que la clase de los más pequeños saliese al patio. mientras, jugaba a mantener el equilibro en un reborde de ladrillo que subía junto a las escaleras hasta un puerta estrecha, una puerta que comunicaba con el teatro y que solo la cruzaban por navidades, cuando llevaban a todo el parvulario a ver la representación de "els pastorets". A la niña siempre le inquietaba aquella puerta, permanentemente cerrada a cal y canto, como excluyendo al teatro de sus jornadas normales de colegio; lentamente, subía fuertemente asida al pasamanos de hierro negro, cuya pintura verde oscuro saltaba en múltiples tramos, cuando llegaba a dos escalones de la vieja puerta granate, podía percibir el olor de humedad y madera tan característico de los salones de actos o teatros ubicados en las partes superiores de los edificios antiguos, ese olor genuinamente rancio que impregnaba las cortinas de terciopelo y la destrozada tapicería de los sillones. completamente absorta por el olor y el misterio, la niña se sentaba en el último escalón, como guardiana sedente de las bambalinas decandetes y si algún operario necesitaba entrar al viejo salón y la hacía bajar, aprovechaba ahasta el último instante para, una vez abierta la puerta, impregnarse de tota aquella magnificencia que tienen los sitios destinados a albergar muchas personas, cuando están vacíos.

de pronto, avistó a la profesora de los más pequeños y bajó acorrriendo deslizándose por la barandilla, ganándose una reprimenda de una monitora de patio que casualmente pasaba por allí. la niña hizo ver que la regañina le afectaba y bajó la cabeza, mucho antes de que la monitora acabase su preventivo discurso, la niña, que se llamaba rita, estaba perdida siguiendo con la mirada las figuras que adoptaba el cemento rajado y desigual del patio. el parvulario compartía zona de recreo con un club de baloncesto muy antiguo de la ciudad, así, la zona de juegos por la mañana era la destinada a las gradas cuando había partido y les estaba totalmente prohibido bajar a lo que hacía las veces de cancha de baloncesto, siempre reluciente y recién pintada. a rita, el no bajar, no le suponía ningún esfuerzo, las canastas, las pelotas, no le resultaban elementos atractivos, prefería perderse entre las cajas de plástico verdes y negras, llenas de recipientes de vidrio de coca cola y fanta. estas cajas estaban allí porque además de su zona de patio, este espacio se destinaba a almacén y lavabos del centro social del club. aquel multiusos fue durante dos años escenario de toda su atención y juegos. le encantaba esconderse entre las cajas procurando no rozarlas y evitar el tintineo o dedicar horas a la búsqueda infructuosa de alguna botella llena, como nunca encontró ninguna, no sabía muy bien que es lo que habría hecho de toparse con alguna, tal vez se hubiese conformado con la sensación de ver calmada su sed de esperanza.

sin hacer caso de las botellas, aquella mañana fría rita buscaba en la ordenada fila de los pequeños a su nuevo amigo. era un niño de tres años con la mayor apariencia de desamparo que os podais imaginar, muy blanco de piel , con unos enormes ojos negros caídos y tristes, pelo lacio rubio y con unos inseparables mocos que cubrían perpetuamente su labio superior, unos mocos muy blancos y espesos, que le hacían toser de manera muy ruda para lo menudo que era. porque era pequeño y delgado para sus tres años de edad. nadie jugaba con el porque no sabía hablar, se dedicaba a sollozar a la hora del patio llamando a su mama. rita a sus cinco años sabía perfectamente que su mamá no aparecería hasta bien pasadas unas horas, por ello, desde el primer día que lo descubrió, se dedicó a hacerle de mamá en los patios. como no sabía su nombre, el no se lo decía y el bordado de la bata resultaba totalemente imposible de interpretar, le bautizó con el nombre de alberto, que no es que le gustase especialmente, pero rita pensaba que le caía muy bien.

albertito respondía muy bien a su nuevo nombre y era salir de la clase y buscar a rita para pasar el patio jugando a hacer de su bebé; estas actividades lúdicas eran perseguidas por las maestras puesto que rita era una niña que pese a integrarse con facilidad, rehuía con frecuencia de la compañía de sus compañeros de clase y, en el caso de albertito, se trataba de un niño extremadamente tímido y muy bebé para sus tres años de edad. por eso, rita y albertito se escondían tras las cajas de bebidas y sin pretender jugar, interpretaban roles de protegido y protectora en distintas situaciones: en el bosque, en casa, en el castillo, en la playa... rita, que jamás usó un pañuelo, le pedía a su tita cloti, que tenía una tienda de mercería y modas en la calle guipúzcoa que le regalase pañuelos de la heidi para poder librar a albertito de sus inseparables y viscosos acompañantes; conseguía siempre que albertito se acabase el desayuno, consitente en pan bimbo con nocilla, o con foi gras o con quesitos; esto era meritorio... no sólo porque albertito era un inapetente bastante terco, sino porque cosas como el pan bimbo o la nocilla no se utilizaban en casa de rita y le resultaba muy difícil a la niña evitar incarles el diente.

rita no entendía porque albertito siempre lloraba y ni sus besos, ni sus palabras de consuelo lograban calmarlo, ella le preguntaba una y otra vez sin conseguir una respuesta concreta del chiquillo, albertito no se sabía explicar, estaba siempre triste; porque no lloraba de rabieta o de añorar a su mamá, no... era un llanto más silencioso, pero más apenado a la vez. un día, albertito estaba más desconsolado que nunca y ni siquiera consintió en probar el donut que le había conseguido rita cambiando su sandwich con otra niña de su clase. ese día, rita entendió a base de hacerle preguntas y de quitar mocos que "su hermano estaba enfermo". la noticia, lejos de entristecer a rita, casi le alegró, porque ella tenía un hermano con síndrome de down, que a pesar de no poder ir a su mismo cole y de que al nacer sus padres estuvieron muy preocupados y decían que estaba muy enfermo, finalmente se había curado y estaba bien; rita reconoció que no masticaba y que le costaba un poco de entender las cosas más elementales, pero que eso no tenía tanta importancia, porque ella lo cuidaba en casa igual que a albertito en el patio.
--además --añadió-- habla mucho mejor que tu!

albertito sonrió y se calmó en cierta medida, se comió el donut e hizo ver que dormía acunado por rita.

semanas más tarde, en la puerta del colegio, rita esperaba que su mamá la fuese a buscar, normalmente llegaba de las últimas por lo que se había acostumbrado a reconocer a las mamas, a los abuelos, a los hermanos y hermanas mayores de los niños de su colegio. mentalmente jugaba a ver como aparecían los rostros en el pasillo e inmediatamente la señorita carmen apretaba un botón y pronunciaba con voz fuerte y estontórea los apellidos de los niños más pequeños que no podían esperar allí, sino en la clase a que viniesen a recogerlos; la salida se escalaba para que no coincidiesen más de cien niños y familiares en la puerta. de pronto, apareció una señora con la misma cara de albertito... debía ser su mamá! la sita carmen apretó el botón naranja del intercomunicador y gritó: rojas! jordi rojas! así se llamaba albertito! nunca había coincidido con el a la hora de la salida puesto que los más párvulos salían media hora antes. algo le habría pasado a la mamá de albertito para tardar tanto... bajándo las escaleras de mano de su maestra, apareció albertito lloroso y llenos de mocos, con aquel rugido en su pecho que demostraba que lo que salía de su naríz era sólo la punta del iceberg del monstruo de mucosidad que vivía en su pecho.

albertito salió corriendo al encuentro de su madre, quien lo cogió en brazos y lo consoló por su tradanza, rita, aprovechó un descuido de la sita carmen para asomarse a la calle y siguió con la mirada a albertito en brazos de su madre, calmado por completo. su madre se paró ante lo que a rita le parecíó un gran carrito de niño, pero cuando pudo fijase más, se dio cuenta que era una silla de ruedas, en ella, había un niño, más mayor que ella, tumbado con una manta por encima, sin pelo en la cabecita. la madre depositó a albertito encima del niño y este se le abrazó con cariño.

rita llamó a albertito y el niño, contento de reconocer la voz de su amiga le grito: "imano, imano!" que rita interpretó como la presentación del hermano mayor de albertito. seria, rita se sentó en el escalón de la puerta e intentó entender que es lo que le pasaba al hermano de albertito y quiso convencerse de que no podía ser tan malo, pero la cara de aquella señora, de cansancio, de pena, le decía lo contrario. rita se sentía casi triste, algo no iba bien. en ese momento se abrió la puerta y la sita carmen encontró a una rita que hacía rato que andaba buscando, al verla tan compungida y preguntarle si le pasaba algo, rita señaló las figuras le albertito y su familia, inconfundibles pese a lo lejos que ya se encontraban.

la sita carmen la hizo pasar la despacho de la directora montserrat y del tarro de cerámica amarilllo y verde le sacó dos sugus, incluso, le dejó cambiar el de limón por uno de los azules. le explicó que lo que le pasaba a su hermano y la enfermedad del hermano mayor de jordi, no era la misma cosa, que al hermano de rita no le iba a pasar nada malo, que sencillamente era distinto, que no debía preocuparse...

a rita no le preocupaba su hermano, ni mucho menos; lejos de el, sus pensamientos estaban con albertito y se sentía mal por haber intentado consolarle por algo que no tendría consuelo posible jamás; saboreando los sugus, la sita carmen y la directora le hablaban de las cosas de la vida, de la voluntad de dios, pero rita no las escuchaba, nada de lo que le pudiesen decir le interesaba lo más mínimo, asentía fingiendo que lo entendía porque eso es lo que haría sentir bien a las maestras, y era lo que se esperaba de ella, pero en algún rincón de su mente, se desató algo muy lejano con un golpe sordo. paseando la mirada por el escritorio, reconoció la llave de la puerta que tras las escaleras del patio, llegaba hasta el teatro. cuando su madre vino a buscarla, rita y la llave dejaron el despacho de la directora.

a partir del día siguiente, en previsión de lo que pudiese pasar, pasarían los patios en el teatro actuando para las telas de araña y para las polillas, para las innumerables motas de polvo que vivían en el viejo teatro y... si los pillaban, daba igual.

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